Simeón y Ana – Lc. 2, 21 – 40

“Al cumplirse los ocho días, cuando tocaba circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Cuando llegó el tiempo que se purificasen, conforme a la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al  Señor, así lo prescribe la Ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”, y para entregar la oblación, conforme a lo que dice la Ley del Señor:”Un par de tórtolas o dos pichones”
Vivía entonces en Jerusalén un cierto Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; El Espíritu Santo estaba con él y le había avisado que no moriría sin ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al Templo. Cuando los padres de Jesús entraban para cumplir con el niño lo previsto por la Ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
Ahora Señor, según tu promesa, despide a tu siervo en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador; lo has colocado ante todos los pueblos como luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo Israel.
Su padre y su madre estaban admirados por lo que decía del niño. Simeón los bendijo, y dijo a María,  su madre:
Mira, éste está puesto para que todos en Israel caigan o se levanten; será una bandera discutida, mientras que a ti una espada te traspasará el corazón; así quedará patente lo que todos piensan.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana: de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.

Cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y adelantaba en saber; y el favor de Dios lo acompañaba.




COMENTARIO

El nombre Jesús significa “salvar” o “ayudar” aunque también podría traducirse por “Señor ayúdame”

En realidad se sabe que no era costumbre consagrar los hijos primogénitos a Yahvéh. Este  deseo expreso de Dios, de que le sean consagrados los primogénitos aparece en el libro del Éxodo y se lo dice Dios a Moisés, pero no había quedado como costumbre o tradición el hacer esto. Esta consagración aparece también en la vida de Samuel. Su madre Ana, al destetarlo lo lleva al Templo y lo consagra a Dios. El niño se quedó viviendo en el Templo bajo las órdenes de Elí, el sacerdote.

Por tanto, este niño Jesús, tiene algo de especial ya que es consagrado al Señor por sus padres. Quiere decir que Jesús pertenece a Yahvéh para siempre.

Simeón, lleno del Espíritu Santo es capaz de reconocer que este niño todavía en brazos de su madre, es el Salvador que el pueblo de Israel espera, luz para alumbrar a todas las naciones.

Simeón ha sufrido durante toda su vida por ver al pueblo de Israel sometido, ha esperado contra toda esperanza, y por fin, al final de su vida Yahvéh cumple la promesa que le había hecho: conocer al Masías esperado. Cuando lo reconoce estalla en un canto de júbilo.

Simeón representa lo antiguo, la tradición de siempre. El niño Jesús, la novedad que trae siempre Dios ¿seré capaz de acoger la novedad de Dios y desprenderme de costumbres o tradiciones que me alejan de una auténtica experiencia de Dios? ¿me arriesgaré a acoger la novedad que me trae Jesús de Nazaret?

Reconoce también a Jesús como signo de contradicción. Ante él nadie se quedará indiferente, o aceptarán su camino o lo rechazarán. ¿Cómo no ser un signo de contradicción habiendo muerto torturado en una cruz por amor a toda la humanidad? ¿Quién puede quedarse indiferente ante alguien que es capaz de amar hasta la muerte, hasta entregar la vida por los que ama?
A su madre María le anuncia el sufrimiento. Y es que seguir a Jesús no es fácil, su seguimiento está por encima de los lazos familiares, los fuertes lazos de la sangre.

Ana, que significa “Gracia” o “Favorita”, escucha la profecía de Simeón y la comunica a todos los presentes. Es significativo que el evangelista le asigne este papel de anunciadora, comunicadora de esta buena noticia a una mujer.
Podemos ver en todos los presentes en la escena que se trata de judíos fieles cumplidores de la Ley, creyentes fieles y de profunda fe.  




¿Sabremos distinguir en el día a día, los signos de la presencia de Dios?

¿Seremos capaces de asumir los riesgos de un seguimiento radical de Jesús que nos piden anteponer a Jesús a todo vínculo familiar?

¿Sabes que significa tu nombre? 

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