Comienza el ministerio – Lc. 4, 14 – 30

“Con la fuerza del Espíritu, Jesús volvió a Galilea, y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en aquellas sinagogas y todos se hacían lenguas de él.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados y se puso de pie para tener la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde está escrito:
“El espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que de la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor”
Enrolló el volumen, lo devolvió al sacristán y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y empezó a hablarles:
Hoy en vuestra presencia, se ha cumplido este pasaje.
Todos se declaraban en contra, extrañados de que mencionase sólo las palabras sobre la gracia. Decían:
Pero ¿no es este el hijo de José?
Él les dijo:
Supongo que me diréis lo del proverbio aquél: “Médico, cúrate tú”; haz también aquí, en tu tierra, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm.
Pero añadió:
Os aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su tierra. Además, no os quepa duda de que en tiempos de Elías, cuando no llovió en tres años y medio y hubo una gran hambre en todo el país, había muchas viudas en Israel; y, sin embargo, a ninguna de ellas enviaron a Elías; lo enviaron a una viuda de Sarepta en el territorio de Sidón. Y en tiempo del profeta Eliseo había muchos leprosos en Israel y, sin embargo, a ninguno de ellos curó; sólo a Naamán el sirio.


Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del cerro donde se alzaba el pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejó.”







COMENTARIO

Jesús tras la experiencia del desierto regresa de nuevo a Galilea, allí va recorriendo la región enseñando en las sinagogas. La sinagoga era el lugar idóneo donde Jesús podía hablar de lo que él durante años había descubierto, el rostro de Yahvéh.

Los judíos tenían una imagen de un Dios justiciero que castiga a los malos y premia a los buenos. Además los escribas y fariseos habían hecho de la religión un sistema de leyes sin piedad ni misericordia. Jesús sabe que esto no es la verdad, la verdad es que Dios Padre es un Dios de misericordia y de perdón.

Cuando llega a Nazaret, su pueblo natal, le llega de nuevo la oportunidad de hablar. Lee el pasaje del profeta Isaías y lo interpreta. Pero su interpretación es sorprendente para el auditorio pues le cambia el sentido a las palabras del profeta. Jesús se queda sólo con las palabras de gracia y elimina la venganza de Yahvéh.

Es como si dijera: a partir de ahora vamos a acoger a los leprosos como si no lo fueran, ya no serán impuros ni pecadores, y lo mismo haremos con los ciegos, los cojos, los paralíticos, ya no serán malditos de Dios sino benditos y bendecidos. Las viudas ya no estarán  expuestas a la ley del levirato…” Es decir, echa por tierra toda la visión de los escribas y los maestros de la ley.

La gente se enfada porque ve que aquello es una revolución, entonces intentan quitarle autoridad a Jesús diciendo: ¿No es este el hijo de José el carpintero? Que es como decir: pero si este no ha estudiado la Ley, qué sabrá él lo que este pasaje de Isaías quiere decir.


Como Jesús ve que no es aceptado declara que a partir de ese momento irá a predicar a los paganos, y pone los ejemplos de Elías y de Naamán. La gente todavía se enfada más y quieren matarlo, despeñándolo por un barranco.




Si Jesús viniera hoy a una de nuestras asambleas litúrgicas ¿qué crees que derogaría, qué pondría en cuestión?

¿Te has sentido o sientes a veces que la gente te pone etiquetas? ¿qué haces? ¿cómo reaccionas?

Jesús se siente llamado a liberar al hombre, esta misión es también la misión de la Iglesia hoy y de cada uno de los seguidores de Jesús ¿cómo te sientes tú llamado a encarnar esta misión?

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