“Enseñaba en una de las sinagogas en los días de sábado.
Y he aquí una mejer que tenía un espíritu de enfermedad hacía dieciocho años y
estaba totalmente encorvada, incapaz de enderezarse por completo. Habiéndola
visto Jesús la llamó y le dijo: Mujer, estás desatada de tu enfermedad; y le
impuso las manos. Ella fue enderezada de pronto y se puso a glorificar a Dios.
El jefe de la sinagoga reaccionó, irritado de que Jesús hubiera curado el día
del sábado. Decía a la gente: Hay seis días durante los cuales tiene que hacer
cada uno su trabajo. Durante esos días es cuando tenéis que venir para ser
curados, y no en el día del sábado. El Señor le respondió en estos términos:
Hipócritas ¿no desata cada uno de vosotros a su buey o a su asno de su pesebre
para llevarlo al abrevadero? Pero esta mujer, que es hija de Abraham y que Satán
ató hace ya dieciocho años ¿no era preciso que fuera desatada de esa atadura en
el día del sábado? Y como había dicho estas palabras sus adversarios estaban
llenos de vergüenza; y toda la gente se alegraba de todos los sucesos gloriosos
que se cumplían gracias a él.”
COMENTARIO
Este pasaje nos presenta a una mujer encorvada.
El texto dice que tenía un espíritu de debilidad, es decir un espíritu de
enfermedad que la mantenía encorvada e incapaz de enderezarse totalmente. Para
los judíos el no poder enderezarse significaba no poder mirar a los demás
directamente y tampoco mirar a lo alto, es decir, no poder ni relacionarse con
los demás debidamente ni con Yahvéh.
La persona encorvada está obligada a mirar al suelo,
esto nos puede hacer pensar en una persona centrada sobre sí misma, pero no
solamente esto. El estar encorvado puede hacer referencia al hombre oprimido
por el sistema. En la época de Jesús era el sistema religioso el que oprimía al
hombre, en la actualidad es el sistema neocapitalista el que lo oprime. Pero en
esta lista de opresiones, enfermedades y debilidades, podemos cada uno escribir
la nuestra propia.
Jesús entra en la sinagoga y ve a esta mujer,
que estaría seguramente en un rincón, pues la enfermedad le producía vergüenza
y exclusión social.
Jesús como siempre ve a la mujer y se llena de
entrañas de misericordia y compasión. La mujer no pide nada, pero es Jesús
quien la llama, y le dice: “mujer, quedas libre de tu enfermedad”
Inmediatamente la mujer quedó liberada de este espíritu que la oprimía y pudo
enderezarse. Al verse curada se llena de una inmensa alegría y alaba a Dios.
El que Jesús la llame: “mujer” no es peyorativo,
así se hacía entre los judíos, solo se llamaba “señora” cuando era de clase
noble o alta, pero los que pertenecían al pueblo llano utilizaban el apelativo
“mujer”
El jefe de la sinagoga se llena de ira al ver el
gesto de Jesús. Aquí vemos al hombre de corazón endurecido que pone el máximo
valor en cumplir las leyes y se olvida de la misericordia y la compasión. Esta
actitud es grave, pero también es grave su visión embotada que no le deja ver
que la mujer no ha sido sanada por la acción de Jesús como médico humano, sino
que ha sido sanada por el poder de Dios que la ha liberado. Por eso se enfada,
es como si le dijera que tiene que ejercer la medicina en día laborables, pero
que el sábado no tiene que dedicarse a curar…como si esa fuera la profesión de
Jesús. Este hombre no entiende nada, su mirada está embotada.
¿Te
sientes oprimido? ¿qué es lo que te oprime? ¿el peso del pasado, una
enfermedad, una herida que te hace incapaz de ponerte en el lugar del otro, tal
vez es el sistema el que te oprime? Pon nombre a aquello que te mantiene
encorvado.
¿Crees
en el poder de Jesús? Pídele que te libere de aquello que te oprime.
Imagina
la escena y todos los presentes: Jesús, la mujer, el jefe de la sinagoga, el
resto de judíos presentes. ¿Dónde estás tú, qué haces?
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