Predicación de Juan Bautista – Lc. 3, 1 – 18


“El año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea; Herodes virrey de Galilea; su hermano Filipo virrey de Iturea y Traconítida, y Lisiano virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, le llegó un mensaje de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Recorrió entonces toda la comarca del Jordán pregonando un bautismo, par que se arrepintieran y se les perdonaran los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías:
Una voz grita en el desierto:
Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos;
que los valles se levanten,
que los valles y colinas se abajen;
que lo torcido se enderece
Y todos verán la salvación de Dios (Is. 40, 3 – 5)
Iba un gran gentío a que los bautizara; y Juan les decía:
¡Camada de víboras! ¿Quién os ha enseñado a vosotros a escapar del castigo inminente? Pues entonces dad frutos que corresponden al arrepentimiento y no empecéis a deciros que Abraham es vuestro padre; porque os digo que de las piedras estas es capaz Dios de sacarle hijos a Abrahán. Además, el hacha está ya tocando la base de los árboles: y todo árbol que no de buen fruto será cortado y echado al fuego.
La gente le preguntaba: - ¿Qué tenemos que hacer?  –  Él contestó:
El que tenga don túnicas, que las reparta con el que no tiene, y el que tenga de comer, que haga lo mismo.
Fueron también a bautizarse unos recaudadores, que le preguntaron:
Maestro ¿Qué tenemos que hacer?  -  Él les contestó:
No exijáis más de lo que tenéis establecido.
Unos guardias le preguntaron:
Y nosotros ¿qué tenemos que hacer?
El les contestó:
 No hagáis violencia a nadie ni saquéis dinero; conformaos con vuestra paga.
El pueblo estaba en vilo preguntándose si no sería Juan el Mesías; él declaró delante de todos:

Yo os bautizo con agua, pero está para llegar el que es más fuerte que yo, y yo no merezco ni desatarle la correa de las sandalias. Ese os va a bautizar con Espíritu Santo y fuego, porque trae el bieldo en la mano para aventar su parva y reunir el trigo en su granero; la paja en cambio la quemará en una hoguera que no se apaga.



COMENTARIO

Comienza el pasaje poniéndonos en situación histórica. El autor quiere relacionar la historia del Imperio romano y del pueblo judío en relación a la predicación de Juan y al comienzo del ministerio de Jesús. Jesús es un personaje histórico, un hombre como nosotros que vive en un momento histórico determinado.

A continuación el texto nos dice que Juan Bautista recibió un mensaje de Dios estando él en el desierto. Hay autores que afirman que Juan pudo pertenecer a la secta del Qumrán durante un tiempo, y que viviendo allí recibió una llamada del Señor a predicar este bautismo de conversión para el perdón de los pecados.

La secta del Qumrán estaba compuesta por varones que se retiraban al desierto y guardaban estrictamente el judaísmo, practicaban muchas abluciones de purificación y el contacto con cualquier persona que no perteneciera a la secta los dejaba impuros.

Juan recibe este mensaje de Dios y comienza su predicación. Pedía sobre todo al pueblo que se convirtieran, es decir, que cambiaran su mentalidad judía y que comenzaran a vivir según unos nuevos criterios. ¿Cuáles eran estos criterios? Juan Bautista les pedía que vivieran preocupándose por los demás, que compartieran sus bienes, que fueran honestos y que no practicaran la extorsión. Juan estaba también en contra del orgullo y presunción de los judíos, que se consideraban superiores a cualquier pueblo vecino. Juan les pide abandonar este orgullo, este complejo de superioridad de raza.

Juan era consciente de que no era él el Mesías. Muchos lo consideraban un profeta, tras siglos sin profetas, al fin el pueblo encontraba a uno. Pero Juan sabía que él solo debía prepara el camino al Mesías del Señor. Era como promover un nuevo éxodo del pueblo, hacer salir a la gente de su antiguo código de conducta y conducirlo hacía un nuevo estilo de vida. Lo que Juan no había entendido era que clase de Mesías era Jesús. Juan creía todavía en un Mesías que llevaría al pueblo a juicio, en vez del Mesías misericordioso que era Jesús.
 
La gente estaba entusiasmada con la predicación de Juan y tenía muchos seguidores pues el pueblo buscaba un cambio, ya no aceptaban la interpretación de la Ley de los maestros. Lo de siempre ya no les llenaba, buscaban algo diferente.

El rey Herodes tuvo miedo del revuelo que se estaba armando a orillas del Jordán, los seguidores del profeta parecían dispuestos a hacer cualquier cosa que Juan propusiera. Como el ambiente de la época era de mucha violencia a causa de la ocupación romana, Herodes tuvo miedo de un levantamiento del pueblo e hizo encarcelar a Juan.




¿Crees que Jesús te está pidiendo que abandones alguna conducta, que te conviertas de algo?

Compartir los bienes, preocuparse por los demás, es lo que Juan pedía a sus seguidores ¿qué te pediría a ti?

¿Cómo prepararías tú la llegada de Jesús a tu vida? ¿Qué tendrías que hacer para que te fuera posible entrar en la onda de Jesús?

¿Te sientes necesitado de ser purificado de algo por Jesús?

¿Hay algo de Jesús y del Evangelio que realmente te entusiasma?

Contempla a Juan y a sus seguidores a orillas del río Jordán, tú estás también allí entre la gente que ha venido atraída por la predicación de Juan. Imagina que tú también quieres bautizarte.

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